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Confucio: humanismo en China

Hay tiempos que parecen predestinados por la historia para la gloria del hombre. Hace ahora 500 años, Da Vinci estaba pintando la Gioconda; Miguel Ángel hacía el David, y otros genios como Rafael o Tiziano estaban ya dando obras maestras. Pero esas casualidades no sólo ocurrieron en Occidente. También se dieron en Oriente.

Hace ahora unos 2500 años, surgieron en Asia gentes como el maestro Kong (Kongzi), conocido en Occidente como Confucio; Lao Tze, y Sidarta Gautama, Buda. Se trata de una tríada de maestros espirituales que en el siglo VI a.C. propugnaron la necesidad de una nueva ética.

Confucio (551-479) no fue el fundador de religión o espiritualidad alguna. Sin embargo, representa un auténtico fenómeno cultural que se confunde con el destino de toda la civilización china. Se trata de una figura universal, que incitó a la reflexión del hombre sobre el hombre. Él propuso por primera vez una visión ética del hombre en su integridad y en su universalidad.

A lo largo de su carrera intentó convencer a los gobernantes de la conveniencia de restaurar las reglas y costumbres antiguas, sin llegar a conseguirlo. Pese a sus fracasos, perseveró en su deseo de poner remedio a las crisis políticas y las luchas de poder a través de la enseñanza. Tras su muerte, sus discípulos recopilaron algunas de sus conversaciones con el maestro bajo el título Lunyu (las Analectas).

Los datos biográficos sobre la vida de Confucio son imprecisos. Dedicado al estudio desde los quince años, se convirtió en docente al servicio de una familia noble del estado de Lu, de la que se cree que también fue intendente. A los treinta años tenía numerosos discípulos y era consultado por grandes prohombres. Inició una etapa de activismo político que le llevó al ejercicio del poder en la corte de los duques de Lu, a la peregrinación y al destierro. Confucio predicó el cultivo de las virtudes y el deber de aspirar a la perfección, una cualidad humana superior que identificaba con la sinceridad y la moderación, la justicia, la lealtad y el respeto a la naturaleza, es decir, el “ren”, que se alcanza mediante una permanente superación personal y la disciplina moral, y no en virtud del nacimiento, como pretendía la nobleza feudal. Lo subversivo de este pensamiento es precisamente lo que molestó a sus contemporáneos más poderosos.

Más que un creador, él mismo se presentó como un transmisor de las enseñanzas de los antiguos sabios chinos. Sus doctrinas se basan en el estudio, el comentario y la recuperación de los textos tradicionales, de los que supo extraer ideas nuevas. La vida de Confucio está marcada por la búsqueda infructuosa de un príncipe dispuesto a llevar a la práctica sus doctrinas de organización racional de la sociedad. Tres siglos después de su muerte, la dinastía Han convirtió el confucianismo en la doctrina oficial del Estado.

En Barcelona, la exposición “Confucio. El nacimiento del humanismo en China”, comisariada por Jean-Paul Desroches y Catherine Delacour, (del 27 de mayo al 29 de agosto de 2004) traza un recorrido a través de más de veinte siglos de historia que permite al gran público familiarizarse con el pensamiento y la figura del maestro: la importancia del culto a los antepasados, su vida, la recuperación de su doctrina durante la dinastía Han (206 a.C. - 220 d.C.), la práctica de las seis artes nobles, la implantación del sistema de exámenes imperiales basado en los textos confucianos (vigente en China hasta 1911), el culto a Confucio y su influencia posterior en la China imperial.

También muestra cómo su pensamiento llegó a Occidente a través de los misioneros y pronto llamó la atención de la élite ilustrada (Leibniz, por ejemplo, intentó descubrir sus razones más profundas y Voltaire se sirvió de su pensamiento como arma arrojadiza). Asimismo, la exposición presenta una serie de sentencias del maestro proyectadas en la pared en caligrafía china con su traducción al castellano y al catalán, así como una selección de fotografías de los lugares de peregrinación captadas entre 1907 y 1914 por tres misiones científicas y fragmentos de un documental filmado a finales de 1990 por la televisión alemana.

LOS SIETE ÁMBITOS DE LA EXPOSICIÓN.

Organizada por la Fundación la Caixa, la Réunion des Musées Nationaux y el Museo de Artes Asiáticas Guimet de París, con la participación de la Administración Nacional para el Patrimonio Cultural de la República Popular China, la muestra está estructurada en siete ámbitos.

· Una filosofía basada en la tradición

· La vida de Confucio

· El nacimiento del humanismo chino

· La práctica de las seis artes

· El pensamiento de Confucio en la vida pública

· El confucianismo, religión oficial

· La influencia del confucianismo

En la exposición se pueden contemplar la versión escrita sobre papel más antigua que recoge las enseñanzas de Confucio, impresas a finales del siglo XIII y halladas en 1971 en la tumba del príncipe Zhu Tan, hijo del fundador de la dinastía Ming. También se exhibe su "primera biografía", estampada en un rollo, los llamados "Vestigios sagrados de la vida de Confucio", del siglo XIX, basados en las escenas grabadas en piedra en 1592. La influencia de los principios enunciados por el maestro, tan arraigados en la época Han, se puede percibir en las estelas funerarias que se exhiben.

El recorrido se inicia con un primer ámbito que muestra una veintena de bronces arcaicos, nunca expuestos fuera de China, entre ellos siete recipientes de una misma familia aristocrática de época Shang (siglos XIII-XII a.C.) y otros de la dinastía Zhou del Oeste (siglos IX-VIII a.C.), de la dinastía Han del Este (722-481 a.C.) y de la época de los Reinos Combatientes (453-221 a.C.).

El apartado central de la muestra está dedicado a las seis artes nobles (ritos, música, escritura, matemáticas, conducción de carros y tiro con arco), aquellas que, según Confucio, tenían como objetivo desarrollar la sensibilidad y el autocontrol para restablecer la armonía del ser humano con el Universo.

En este ámbito se pueden ver dos carillones, uno de campanas y otro de piedras duras, percutidos por medio de martillos; un tampón para estampar la firma y una piedra en la que se preparaba la tinta, todos con forma de tortuga, símbolo del Universo; algunas medidas de peso; o un carro tipo "rong che" con conductor de la dinastía Han.

Aunque rechazado en vida por los poderosos, tras su muerte, el pensamiento de Confucio se convirtió en doctrina de Estado y las "oposiciones" para los funcionarios se basaban en los escritos confucianos y en las seis artes nobles.

De este período se muestran una galería de retratos de funcionarios, como el del venerable Qi Jiguang (1528-1587), célebre estratega de la época Ming, o de la veintena de retratos de venerables de la familia Liu y sus mujeres, a lo largo de varias generaciones. Además se incluyen algunos vestidos, ornamentos e insignias que llevaban los letrados-funcionarios, como tres vestidos que pertenecieron a descendientes del maestro y que provienen de su residencia en Qufu, dos de época Ming y uno de los Qing.

El final de la exposición, en el que se reúne una selección de fotografías de los lugares de peregrinación de Confucio captadas por misiones científicas entre 1907 y 1914, recuerda "la vigencia actual" que tiene el confucionismo y cómo llegó a Occidente de la mano de los misioneros jesuitas y el entusiasmo que pronto despertó entre algunos ilustrados.

Artemio Artigas

Retrato de Confucio como ministro de Justicia del Estado de Lu. Tinta y pigmentos sobre seda montada en rollo. Dinastía Ming (1368-1644) Jinan, Museo provincial de Shandong. Exposición Confucio. El na

Retrato de Confucio como ministro de Justicia del Estado de Lu. Tinta y pigmentos sobre seda montada en rollo. Dinastía Ming (1368-1644) Jinan, Museo provincial de Shandong. Exposición Confucio. El na

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