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Cuentaviajes de Senegal: color de África

Relato de viaje a Senegal: color de África

Senegal, color de África Pasado, presente... y niños Dakar Justicia social... eventual Desierto, selva, manglares El doble retorno Algunos datos

Senegal, color de África

Entre el desierto y la selva, Senegal es uno de los pocos países del mundo en el que se puede ver a la vez, en la misma época del año, un árbol como el baobab completamente desnudo en el norte, y lleno de hojas en el sur.

Miguel Moreno Gallo Lo mismo pasa con los cultivos o con el porte de los arbustos: a medida que se desciende camino del Trópico, el desierto va dejando paso al sahel, y éste a la sabana, y la sabana a los manglares, y los manglares a la selva.

A la vez que va cambiando la vegetación se suceden también las tribus, tan iguales para los ojos europeos, tan diferentes para los bellos ojos de los senegaleses, hechos a los matices, al horizonte y al cielo.

El viajero discurre generalmente de la mano de un guía que lo pasea por poblados de chozas, por mercadillos de productos increíbles, por las tapias exteriores de las casas de los ricos y por los pasillos acicalados de los hoteles para extranjeros.

Al rico mango. Los colores son más variados que los sabores. Fruta en un mercadillo de Dakar. Imagen Miguel Moreno. Guiarte.com

Al rico mango. Los colores son más variados que los sabores. Fruta en un mercadillo de Dakar. Imagen Miguel Moreno. Guiarte.com

El color alegra el mercado del pescado. Menos mal que el olor no impregna las fotografías. Imagen de Miguel Moreno. guiarte.com

El color alegra el mercado del pescado. Menos mal que el olor no impregna las fotografías. Imagen de Miguel Moreno. guiarte.com

Pasado, presente... y niños

Cabe imaginarse el tiempo de la presencia francesa, el oropel de los negreros, el sufrimiento de los miles de esclavos que prefirieron arrojarse por la borda de un barco...

Con una bola de hierro atada a su cuerpo, antes que sucumbir en la travesía hacia las plantaciones americanas de algodón. Senegal es pasado negro, presente colorido y futuro de color indefinido. Millones de personas, sobre todo nińos, pululan por las calles mugrientas de las ciudades o por las decorosas sendas de tierra del medio rural.

Muchos senegaleses han puesto la vista en el mundo occidental -en París por ejemplo- a través de las antenas parabólicas y de los televisores de los poblados de chozas, alimentados precariamente por unas placas solares donados por alguna oenegé con mala conciencia.

En la isla de los esclavos, hoy toca jornada de limpieza y se barren las calles de arena.Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

En la isla de los esclavos, hoy toca jornada de limpieza y se barren las calles de arena.Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Vestidas como las reinas de Saba, camino de la pesca. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Vestidas como las reinas de Saba, camino de la pesca. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Dakar

La capital de Senegal es Dakar, una gran aldea a la que le han crecido algunos rascacielos y urbanizaciones de nuevos ricos. La gran masa humana se dispersa por barrios sin sentido, sin urbanización, sin servicios, sin orden ni concierto.

La visita a la ciudad obliga al visitante extranjero a cuidar su mochila, a no separarse del guía y a ver apenas un par de edificios prescindibles: el palacio presidencial y, tal vez, un mercado de pescado pestilente –pero nutritivo, a la vista de la belleza física de los senegaleses.

Eso sí, el turista que se precie debe ir a la isla de los esclavos, de donde partieron un sinfín de buques cargados de carne humana de la mejor calidad con destino a la ya entonces próspera América.

El viaje inhumano de aquellas personas recuerda fácilmente el itinerario actual de largo recorrido de los subsaharianos en busca de Europa, una quimera al alcance de quien tenga dinero para pagar a los nuevos negreros.

Dakar. El palacio presidencial está guardado por soldados vestidos como húsares. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Dakar. El palacio presidencial está guardado por soldados vestidos como húsares. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Las salinas del Lago Rosa. La otra cara del rally París-Dakar. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Las salinas del Lago Rosa. La otra cara del rally París-Dakar. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Justicia social... eventual

Mientras llega el momento de cruzar el desierto, el mar, las aduanas y los prejuicios, los europeos hacemos el camino inverso y llegamos a Senegal exhibiendo el dinero ahorrado para unas vacaciones.

El turismo es justicia social instantánea, como el colacao (que también vino del África tropical); unifica al viajero rico y al pobre, les hace felices a los dos, vestidos con unas camisas de colores que no se pondrían jamás para ir a trabajar un lunes por la mañana.

Los criados negros de los hoteles para blancos ven propinas de tres euros, el salario de varios días en Senegal, y se imaginan cómo serán los sueldos en Europa, qué simpáticos serán todos los blancos allá arriba, cómo se atarán los perros con longanizas.

Turistas en un poblado senegalés. Luego repartirán bolígrafos y juguetes viejos. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Turistas en un poblado senegalés. Luego repartirán bolígrafos y juguetes viejos. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

El mercado espera al turista en cualquier rincón. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

El mercado espera al turista en cualquier rincón. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Desierto, selva, manglares

Un paseo en barca por los manglares es gratis, dentro del paquete turístico comprado en Europa, lo mismo que una visita a las salinas del Lago Rosa, tan conocido por el rally París-Dakar.

Todos los turistas se hacen también una fotografía junto a un baobab, árbol solemne donde los haya, o mirando de reojo a un hormiguero de termitas rojas. En el viaje por Senegal se pasa a toda velocidad –es un decir- junto a vendedores de cacahuetes tostados, de cultivadores de mangos multicolores, de tejedores de cestas con colores de mango.

Un campesino puede hablar por un teléfono móvil mientras esculpe con una azuela prehistórica una canoa de madera con tecnología de hace cuatro mil años.

Las acumulaciones de conchas de ostras junto a los poblados, toneladas y toneladas de residuos inútiles, conviven con hermosas mujeres de dos metros de altura vestidas con los trajes más elegantes del mundo.

En Senegal se pasa en un suspiro del desierto a la selva, de la Prehistoria al futuro, de la miseria a la belleza, de la aldea a la metrópoli, del franco africano al euro, del silencio a la música, de los mosquitos anopheles a los pájaros multicolores, de la religión a la brujería, del idioma francés a mil dialectos tribales, del hambre a la obesidad, de la lluvia torrencial a la sequía, de la corrupción a la generosidad. Incluso se pasa en un instante del día a la noche, porque el sol cae en las latitudes tropicales como una piedra sobre el horizonte.

Paisajes idílicos junto a los manglares. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Paisajes idílicos junto a los manglares. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Junto al mar, las barcas esperan la jornada de pesca. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Junto al mar, las barcas esperan la jornada de pesca. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

El doble retorno

El turista también pasa del aeropuerto al hotel de lujo, del mercado de los pobres a la artesanía para ricos, del agua embotellada a la colitis, del guía que habla español al niño que sabe pedir un regalo en diez idiomas.

De vuelta a casa con la maleta cargada de regalos inútiles, el turista cree también que el tiempo ha pasado y que ya no tendrá que soportar más los ojos de aquellos muchachos de la aldea a quienes ha regalado unos bolígrafos y unos caramelos.

...Pero dentro de unos años, miles, millones de aquellos niños de Senegal y de toda África inundarán las calles de Europa en busca de algo mejor que la choza de la aldea, la malaria, la canoa y los regalos de los turistas.

Las mujeres, con sus bebés, machacan la tapioca delante de los turistas. Tal vez hoy consigan una propina añadida a un trabajo que, de todas formas, tendrán que hacer. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte

Las mujeres, con sus bebés, machacan la tapioca delante de los turistas. Tal vez hoy consigan una propina añadida a un trabajo que, de todas formas, tendrán que hacer. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte

Un panel solar sirve para alimentar el televisor y la fantasía en el poblado de chozas. Imagen de Miguel Moreno. guiarte.com

Un panel solar sirve para alimentar el televisor y la fantasía en el poblado de chozas. Imagen de Miguel Moreno. guiarte.com

Algunos datos

República de Senegal: excolonia francesa, republica independiente desde 1958, situada en África occidental. Limita al N con Mauritania, al S con Guinea, al E con Malí y al O con el Océano Atlántico.

197.000 km2, divididos políticamente en diez regiones.

Unos 10 millones de habitantes y una densidad de población de 50 habitantes por km2.

Dakar es la capital. Más de 2.000.000 habitantes (en el 2000) en crecimiento incontrolado. Otras ciudades importantes son Thies, Kaolak y Saint Louis, todas con mas de 200,000 habitantes

Se habla francés y wolof (oficiales). Otras lenguas nativas como el peul, serere, diula, mandingo (no oficiales).

Etnias: Wolof (principal), Peul, Serere, Diola, Toucouleur.

Es una república. Sistema presidencialista. Régimen de partidos. Los más importantes son el Partido Democrático Senegalés, Socialista (PS) y Unión para la Renovación Democrática

Elevado analfabetismo. Religión mayoritariamente musulmana. Moneda, el franco.

Bandera con franjas verticales, verde, amarilla y roja, y una estrella de cinco puntas, verde.

Economía: agricultura, pesca y creciente turismo.

Miguel Moreno

Bandadas de flamencos en las pequeñas islas costeras. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte,com

Bandadas de flamencos en las pequeñas islas costeras. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte,com

Concheros de moluscos junto a las chozas. Dicen que muelen las valvas para conseguir cal. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

Concheros de moluscos junto a las chozas. Dicen que muelen las valvas para conseguir cal. Imagen de Miguel Moreno. Guiarte.com

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