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Francis Bacon en el Prado

Ana Alvarez

Hasta el 19 de abril, un gran conjunto de obras –78- presentan al Bacon más singular, con algunos de sus trípticos más memorables y lienzos inspirados en el famoso retrato de Inocencio X de Velázquez.

La muestra se organiza en varios apartados que sintetizan obsesiones del pintor: Animalidad, Aprensiones, Crucifixión, Crisis, Archivo, Retrato, Memorial, Épico, Final... con obras que van desde su inicio en los años cuarenta al final de su vida.

Francis Bacon es uno de los artistas más sorprendentes del siglo XX. En su obra laten ecos de Rembrandt, Velázquez o Picasso; sus pinturas, brutales o enigmáticas, dejan al espectador sumergido en un estado de inquietud.

A mediados del siglo XX, estaba desplegándose por Europa y América un fortísimo proceso de desintegración estilística manifestado en los gestualismos, las pinturas de acción, el informalismo matérico o las misteriosas pinturas caligráficas.

Pero en medio de ese vértigo se estaba incubando, a la vez, el retorno a las fórmulas sistematizadas, bien mediante las geometrizaciones, el arte óptico y una nueva figuración.

La “Nueva figuración” avanzó desde el desorden compositivo informalista, y del acercamiento a una plasmación convencional del sujeto, generalmente un individuo aislado. La nueva tendencia unió el planteamiento de partida abstracto con la incorporación de imágenes procedentes de la realidad, pero traspasadas al lienzo con unas características eminentemente subjetivas, que otorgan al producto resultante una visión que evoluciona desde lo hilarante a lo burlesco o a lo sencillamente brutal.

En esta nueva línea se encontrarán gentes como Dubuffet, de Kooning y sobre todo, Francis Bacon, pionero y máximo representante de lo que se denominó “Nueva figuración”.

Bacon 1909-1992 aportó un tratamiento esquemático, analítico espacial, un espacio frío, en el que insertó personajes y escenas donde rebosaba la tensión, la brutalidad y la violencia. Bacon retornaba a la realidad para subvertirla.

No se molestó Bacon en extraer de la realidad las imágenes, sino que las tomó prestadas de Velázquez ( el Papa Inocencio X), de Rembrandt (El buey desollado) o sencillamente de álbumes y revistas de fotografías. Y esas personas, animales, cosas o paisajes tomados en préstamo fueron ubicados en ese espacio frío que a veces pareciera una cámara de tortura, y plasmados de una forma distorsionada, deforme o nebulosa.

Mediante técnicas como el dripping (chorreo o goteo de la pintura del pincel, de la cuchara o bote sobre el lienzo, componiendo una sinfonía de salpicaduras), el artista moderno condenó al espectador de la obra a hacerle responsable de la obtención de un mensaje. Boticelli ya había comentado muchos siglos atrás que el simple hecho de arrojar una esponja empapada de pintura contra una pared permitía interpretar no una mancha sino un hermoso paisaje.

Pero mediante la “Nueva figuración”, Bacon no permitirá tal libertad, al conducir al espectador -mediante la manipulación y distorsión de las figuras- a una percepción brutal, atormentada o grotesca. Son pinturas de individuos, pero detrás está la masa, descarnada, con sus miedos e incongruencias; detrás está también la propia conciencia del pintor, que transmite sus carencias ancladas, procesos, problemas y temores.

BIOGRAFÍA DE BACON

Francis Bacon nació en Dublín el 28 de octubre de 1909 en una familia aristocrática inglesa y a los 21 años puso su primer taller como pintor en Londres, para dedicarse casi exclusivamente a la pintura.

Sus inicios en la pintura fueron surrealistas, como muestra su primera "Crucifixión" (1933), pero progresivamente derivó hacia un expresionismo. Aquella obra religiosa primera, y otra que representaba a Cristo vendado y amortajado, fueron destruidas pronto por el pintor. ¿Por qué razón se inició con estos temas? Parece que Bacon conoció por entonces el maravilloso retablo de Insenheim (de 1515), actualmente en un museo de la ciudad francesa de Colmar, donde Matthias Grunewald logró un alucinante patetismo no reñido con la grandiosidad.

Al propio Bacon le gustaba el tema del sufrimiento y la crucifixión, por lo que tenía de emotivo y –frecuentemente- de evocación de los propios sentimientos y sensaciones (algo que también le pasó en algún momento a Picasso).

Su primera exposición individual tuvo lugar en la galería Hannover de Londres en 1949, más tarde en Nueva York (1953) y en la Bienal de Venecia (1954), y desde entonces expuso en numerosas galerías y sus cuadros se exhiben en numerosos grandes museos e instituciones de todo el mundo.

El artista británico falleció en Madrid en 1992 a la edad de 82 años

Las últimas retrospectivas de Bacon fueron en la Tate Gallery de Londres, en 1985, en la galería Tetriakov de Moscú, en 1988, y en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en junio de 1990, que fue celebrada con motivo de su 80 aniversario y que recogió toda su producción.

Peppiatt, amigo del pintor, dice que Bacon tenía un puñado de grandes temas como la vida, la muerte, el amor y el arte, temas que gustaba atacar una y otra vez.

Hábil conversador, amante de la espontaneidad y de la literatura, ateo, bebedor empedernido, Bacon sufrió desde joven por su violenta disparidad de carácter con su padre. Éste, militar autoritario, descubrió un día a su hijo probándose la ropa de su madre. Cuando el joven Bacon tenía apenas 16 años, su padre le envió con un pariente a Berlín, con la esperanza de que “curara” a su hijo de la homosexualidad. La experiencia debió ser traumática porque al parecer el pariente acabó seduciendo al muchacho y abandonándolo luego en un Berlín difícil y agitado.

Tal vez ese desajuste de Bacon con la sociedad en la que la tocó vivir hizo que mediante el uso de los pinceles erosionase lo que parecía eterno sostén de la civilización, desde las efigies papales hasta el mismo concepto del ser humano, que definía mediante unos brochazos cargados de espontaneidad y movimiento, que reducía la representación a tan sólo unos colores y unos gestos, con unas cabezas que parecen diluirse en torno a una boca por la que pudiera evadirse un grito o un último suspiro.

El uso simbólico de la crucifixión y los sucesivos retratos del Papa, siempre con esas pinturas violentas y deformadoras, llenas de tensión no encierran –según sus conocedores- un ataque a la figura papal, sino tal vez un ataque, una agresión a una sociedad a la que quiso zaherir. No estamos ante un acto impío, sino directamente ante una trasgresión.

Bacon mantuvo interés por lo religioso, lo mítico. “Siempre que pinto, tengo la impresión de seguir una llamada de la antigüedad”. Su conocimiento de los temas religiosos, su formación sobre la cultura clásica y la tragedia griega pesaron sobre su obra.

3 de febrero – 19 de abril 2009. Comisaria: Manuela Mena, Jefe de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya. Organizada por la Tate Britain de Londres y el Metropolitan Museum de Nueva York; en colaboración con el Museo del Prado. Sala: Edificio Jerónimos

Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión. Óleo sobre tabla, 94 x 73.7 cm. c. 1944. Londres, Tate, presentada por Eric Hall en 1953

Tres estudios para figuras al pie de una Crucifixión. Óleo sobre tabla, 94 x 73.7 cm. c. 1944. Londres, Tate, presentada por Eric Hall en 1953

Estudio del Papa Inocencio X de Velázquez. Óleo sobre lienzo.1953. Des Moines, Nathan Emory Coffin Collection of the Des Moines Art Center

Estudio del Papa Inocencio X de Velázquez. Óleo sobre lienzo.1953. Des Moines, Nathan Emory Coffin Collection of the Des Moines Art Center

Niño paralítico andando a gatas. Óleo sobre lienzo, 198 x 142 cm. 1961. La Haya, Colección Gemeentemuseum Den Haag

Niño paralítico andando a gatas. Óleo sobre lienzo, 198 x 142 cm. 1961. La Haya, Colección Gemeentemuseum Den Haag

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