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Orígenes del arte abstracto

El museo de Orsay, en París, presenta una exposición donde lo importante no es la gran colección de cuadros exhibidos, sino la investigación desarrollada con ellos. Son 150 obras de Turner, Friedrich, Monet, Baranov-Rossiné, Kandinsky y otros, reunidas para explorar el origen del arte abstracto. Del 5 de noviembre al 22 de febrero, en el centro ubicado a la orilla del Sena se puede ver la muestra “Los orígenes de la abstracción 1800-1914, organizada por la Reunión de Museos Nacionales de Francia y el propio museo de Orsay.

Se trata de una búsqueda de las fuentes de la abstracción, aunque para ello no se recurre a Kandinsky ni a otros autores de la década de 1910-20, sino que acude a otras pistas anteriores, en las que se hallan los escalones previos en la búsqueda de una nueva expresividad artística.

En esa búsqueda aparecen figuras como Turner o Monet, que se preocupan de hallar nuevas visiones y trasladarlas a los cuadros, traduciendo el objeto contemplado a la nueva percepción.

Los organizadores indican que es la primera vez que en Francia se hace esta búsqueda con detenimiento, y citan como precedentes otras exposiciones e investigaciones en los tramos espirituales (Spiritual in Art en Los Ángeles Country Museum of Art en 1985), decorativos (Ornament and Abstraction en la Fondation Beyeler, en Basilea, Suiza, en 2001), científicos (el libro de Paul C. Vitz y Arnold B. Glimcher Modern Art and Modern Science The Parallel Analysis of Vision aparecido en 1984), además de otros estudios y visiones más globales como la de la muestra del Guggenheim Museum de Nueva York en 1996 (Abstraction in the Twentieth Century : Total Risk, Freedom, Discipline).

De este modo, el museo de Orsay ha tratado de hacer una aproximación nueva a la abstracción, basada en los avances teóricos sobre la percepción, aparecidos a lo largo del siglo XIX. Lejos de ser un fenómeno de súbita aparición en 1912, momento de eclosión del abstracto, este arte sería resultado de experiencias visuales que van acelerando en el siglo XIX, en una época básicamente industrialista y proclive a la experimentación.

La muestra de la capital del Sena incluye algo más de 150 obras de grandes autores, tales como Turner, Friedrich, Monet, Redon, Whistler, Kandinsky, Delaunay, Kupka, Picabia, etc. procedentes de importantes museos internacionales. En ellas se ve cómo el nacimiento del arte abstracto debe ser ligado al avance en el conocimiento de la visión y de la luz.

La exposición se presenta como un recorrido sensorial y se abre con la intervención de Ann-Verónica Janssens, encaminada a sumergir al visitante en un baño de luz y color. Con el trabajo de la artista belga se introduce al visitante en una habitación de luz deslumbrante, obtenida a partir de proyectores recubiertos de gelatina.

Ann Verónica fue la artista representante de Bélgica en la Bienal de Venecia de 1999 y ha preparado una habitación en forma de cubo, con los vértices redondeados, pintada de un flanco reflectante, donde las variaciones de luz dejan al visitante sin las clásicas referencias espaciales.

OJO SOLAR Y OJO MUSICAL.

Luego la exposición se divide en dos secciones: “El ojo solar” y “El ojo musical”, que progresan cada una sobre un eje cronológico a través del periodo 1800-1914.

El ojo solar experimenta sobre la visibilidad en la aparición de las primera formas de abstracción, en la traducción de la luz al lenguaje pictórico, con hitos como Turner y Delaunay, en la que los artistas rompen la representación convencional de las formas.

Esta sección solar se asienta sobre la base del Tratado de los Colores, de Goethe (1810). Comienza con las visiones románticas de Turner y Friedrich, y examina los efectos de la desaparición de las formas en medio del aire romántico de las nebulosas o en los cuadros que reflejan la oscuridad.

Apoyándose en los tratados, los pintores entienden que el color tiene un valor representativo y otro en función de las circunstancias ópticas: Los impresionistas incorporan la vibración, una percepción que avanza hacia cierta abstracción luminista del futurismo italiano, etc... la sección conduce a los Prismas eléctricos de Sonia Delaunay, donde el espectador se halla ante una multitud de discos multicolores, en una superficie coloreada, abstracta, concebida como un plano de experimentación óptica.

La segunda parte, “El ojo musical” evoluciona por el ámbito del modelo musical en las fuentes de la abstracción. A este respecto, recientemente se pudo ver otra exposición magnífica en Madrid, organizada por la Fundación Thyssen Bornemisza: “Armonías musicales. Kandinsky”.

La música es un lenguaje con significado propio. La teoría de las ondas –común en los mecanismos de difusión del sonido y la luz, otorga una base científica a esta parte, en la que se buscan analogías entre canción y color, surgidas ya desde los ámbitos románticos y simbolistas.

Aquí se recurre al romanticismo alemán, con Friedrich, Runge, Moritz von Schwind. Destacan tres dibujos preparatorios de Friedrich para un proyecto de diorama consagrado a la música.

La estructura combinatoria de la música fascina a los pintores, que buscan en el color el recurso para convertir el cuadro en una sinfonía cromática y que planearon proyecciones de “música de colores”. Gentes como Baranov-Rossiné dan fe de esta línea de trabajo.

Kandinsky se dio cuenta perfectamente de la incidencia de la música en el arte. En sus escritos, el pintor incidió en el aspecto musical, recurriendo también a textos de intelectuales –Goethe o Delacroix- que ya habían puesto de manifiesto cómo el sonido y el color impactan en el espíritu.

“El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma. El color es la tecla. El alma es el piano con muchas cuerdas. El artista es la mano que por esta o aquella tecla, hace vibrar adecuadamente el alma humana”, escribió el genio del abstracto.

Pero la interpretación de Kandinsky no estaba aislada. Durante aquella época de renovación artística, diversos creadores –muchos de ellos de la Europa del Este- estaban trabajando en la incidencia del ritmo, la armonía y el color, en la pintura. Como afirmó el propio Kandinsky: “El mundo suena”

Es ésta una exposición que explora entre maestros de la pintura moderna para hallar conexiones entre ciencia y arte, tiene el añadido de un profundo dialogo entre pinturas… un gozo para el amante de la pintura.

Tomás Alvarez

Efectos del sol sobre el agua. Derain, en los Orígenes de la abtracción.

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Composición pictórico-musical de Mikhail Matiushin, un hermoso cuadro que nos remite a la vinculación música-pintura

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