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Juan Rulfo, fotógrafo

Juan Rulfo, el famoso autor de “Pedro Páramo”, no sólo dejó escrita una excelente novela, para mostrara la grandeza y miseria de una tierra, sino que, como fotógrafo, consiguió eternizar una visión de México. Conocido en todo el mundo como escritor, Juan Rulfo (1918-1986), tiene en sus fotografías un elemento complementario de primerísima magnitud para acercarse al México del siglo XX, y, a través de él, conocer las entrañas reales de un pueblo.

La obra fotográfica de Juan Rulfo ya ha recorrido diversas ciudades: México, Barcelona… ahora está en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, y seguirá peregrinando por el mundo para acercar al interesado una soberbia visión de un país, en blanco y negro.

El escritor mejicano, autor de una de las mejores novelas escritas en América, “Pedro Páramo", no sólo quedó catalogado como un excelente retratista literario, profundo narrador de grandezas y miserias del ser humano, sino que con sus 6000 negativos atesorados ha conseguido transmitirnos multitud de las escenas que impactaron en su retina.

Rulfo era muy aficionado a la fotografía. De los 10000 libros de su biblioteca, 800 eran de fotografías, y –además- coleccionaba revistas y recortes fotográficos. Muchas de sus fotos las captó en sus tiempos de viajante de comercio, en la que se empapó de una tierra que revela en su epidermis las riquezas y miserias de su historia trágica.

Y Rulfo, sin embargo, fue reticente a mostrar ese tesoro de imágenes acumulado básicamente hacia la mitad del siglo. Sólo en 1980 –apenas un lustro antes de su muerte- permitió hacer con ellas una exposición.

Víctor Jiménez, director de la Fundación Juan Rulfo, de la que proceden las fotografías, dijo al presentar la exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid que el escritor tuvo dos vocaciones en su vida: la escritura y la fotografía, pero quizá esta última, por su acusada timidez y por el éxito prematuro que tuvo con la literatura, no la promocionó.

Para Juan Francisco Rulfo, hijo del escritor, las imágenes dejan claro “donde está el sustrato de su temática literaria". "Mi padre decidió escribir en el momento en que se dio cuenta de que estaba preparado para explicar literariamente sus inquietudes, y lo mismo le ocurrió con las fotografías; las hizo cuando él se sintió que podía traducir con negativos sus preocupaciones", explicó.

Algunas de estas preocupaciones a las que alude Juan Francisco están relacionadas con la arquitectura, no sólo como estética sino como símbolo de opresión; con la vida de los indígenas, las ruinas coloniales y mayas, la dureza de una tierra de paisajes ásperos y polvorientos…

La selección de fotografías ha sido realizada por la editorial Lunwerg, que además de organizar la exposición ha editado un ambicioso catálogo con 173 imágenes acompañadas de textos de Carlos Fuentes, Víctor Jiménez; Erika Billeter, Margo Glantz y Jorge Alberto Lozoya.

El catálogo de la exposición, que próximamente se presentará en Estados Unidos con textos en inglés, y en Francia con los mismos traducidos al francés, ya ha sido un éxito en Alemania y en México, donde se celebró una importante exposición, el año pasado.

El autor

Juan Rulfo nació en Pulco, Sayula, México el 16 de mayo de 1918. Sus antepasados llegaron de España a México en 1870. Su abuelo paterno era abogado y su abuelo materno poseía un rancho en Jalisco, del que fue despojado durante los sucesos de la llamada "revolución cristera" (1926-1928), perdiendo la familia todo lo que tenía.

La violencia que se vivía en la región en que Rulfo pasó su infancia y su adolescencia, marcaron lo que, mas tarde, sería su gran obra literaria. "Pedro Páramo", una de las mejores novelas americanas de todos los tiempos. "Pedro Páramo" narra la odisea del indio Juan Preciado llegado a un pueblo muerto, donde conversa con los desaparecidos.

Juan Rulfo fue guionista, fotógrafo y actor, recibió multitud de premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de las Letras en 1983. Falleció en México el 7 de enero de 1986.

La obra fotográfica

El mundo que Juan Rulfo capta con su oficio fotográfico está íntimamente ligado a su percepción como escritor.

Tal vez la primera impresión que se deriva de la contemplación de la muestra es su visión de un territorio arraigado en la historia y a la orografía del terreno, inmensamente más cercano a la urdimbre del pueblo que a la sociedad urbana.

Es magnifico el juego de luces, un juego claro-oscuro fuerte, nítido, que contribuye a reflejar el claroscuro de la tierra que escudriña con una visión inmensamente cristalina, pero sumamente inteligente… y subjetiva.

Ese claroscuro no solo se refiere a lo lumínico, sino a lo temático: la niña - Blancanieves- en la soledad opresora de un bosque de troncos gigantescos; el templo emergiendo entre la lava seca, o la soledad del hombre ante el estéril llano.

Cuando se entretiene en el paisaje, sabe mostrar la soledad del arriero, la visión casi onírica de unos árboles sin hojas, el sugerente volumen de una formación rocosa, la imagen inquietante de un tronco seco de perfiles que recuerdan a monstruos antediluvianos o la severidad vertical del cactus, contrapunto a las horizontalidades de un camino y una vieja ermita.

Es el paisaje de su tierra y de su obra, un paisaje en el que refulge la ruina maya o la del viejo convento colonial, de los que extrae –en fotografía- el halo sagrado y romántico que gustaban definir los viajeros románticos del XIX, pero también la visión artística del XX, manifiesta en sus análisis casi cubistas de paredes, templos o raíles del ferrocarril.

Cuando se entretiene en el hombre, Rulfo lo ve en estado puro. El individuo no posa, se muestra ante la cámara con una naturalidad casi mítica, con un gesto eterno. “Cada uno de los hombres, mujeres y niños de las fotografías de Rulfo posee una riqueza inmediatamente reconocible. Se llama dignidad. No siempre alegría”, dice Carlos Fuentes en el catálogo de la exposición.

En su reflejo de las arquitecturas, muestra la ruina el abandono, la grandeza perdida. Rulfo muestra un acusado interés por los volúmenes, pero utiliza también las imágenes de los monumentos para mostrar en ellas las tragedias históricas que zarandearon una o y otra vez a su pueblo.

Pero una de las ausencias más evidentes en la exposición es la capital del país, y en general, la gran ciudad, tal vez porque –aún entre ruinas- el escritor encuentra una armonía más profunda entre el hombre y la naturaleza en los paisajes campesinos, donde la luz es más luz, el árbol tiene una esencia corpórea absoluta y el hombre tiene eternidad.

Erika Billeter, profunda conocedora de Rulfo, recuerda que con su amigo –y también fotógrafo, Manuel Alvarez Bravo, comparte “una percepción visual de su país marcada por la voluntad de retener al hombre y al paisaje en el estado de una esencia atemporal”, una esencia que se hace más absoluta en el mundo cambiante del siglo XX.

Fotografías de Rulfo.

Fotografías de Rulfo.

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