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Retratos: De Toulouse-Lautrec a Eduardo Arroyo

Madrid, 2 de octubre de 2014
La Galería Guillermo de Osma reúne casi un centenar de obras realizadas desde finales del s. XIX y principios del s.XXI de artistas como Max Ernst, Torres-García, Barradas, Picasso, Man Ray, Antonio López o Warhol.

Aunque la historia nos hable de épocas en las que las gentes parecieron sentir predilección por otros predicados de la pintura (las naturalezas muertas en los siglos XVI y XVII, la mitología en el siglo XVIII, los paisajes en el XIX o los enredos estéticos en el XX), no ha habido ninguna en la que no se haya considerado el arte de retratar como el más excelso, sofisticado y valioso de cuantos instrumentos tiene el hombre a su alcance para conocer y recordar, es decir, para ahondar en el secreto que trae consigo a este mundo el ser humano y para perpetuar su memoria en aquellos otros que habrán de sucederle.

El retrato es tan sólo un fragmento de esa totalidad que viene a ser la naturaleza real viva. Una naturaleza perturbadora. El género del retrato refleja la intriga y la fascinación que oculta un personaje bajo su piel, bajo su mirada. El artista aborda este colosal desafío con la intención de mostrar el alma, la complejidad que se esconde en la mente del retratado, y ya puestos, con el deseo de que el personaje siga eternamente vivo, con su misterio a cuestas, perfecto e imperfecto, completándose eternamente.

Los retratos de los artistas, tanto los que hacen ellos a otras gentes como los que se hacen a sí mismos, detienen el tiempo y muestran toda la minuciosa urdimbre no sólo de esa vida que representan, sino la nuestra misma. Si “El niño de Vallecas”, la desvalida criatura velazqueña, subyuga a tantos es no sólo por descubrir nosotros en ella su expresión angélica en un cuerpo inhábil y una mente devastada, sino por mostrarnos lo cerca que se encuentran la pureza y la dicha de la animalidad, de lo irracional, y, por tanto, por recordar que nada hay tan humano como aquello que está a punto de perder su naturaleza humana, perpetuamente amenazada.

Cuando un pintor o un fotógrafo en su expresión más alta y noble nos dan testimonio de un rostro, están sacando, pues, a la luz no sólo lo que de personal y genuino tiene ese ser, haciendo visible lo invisible de él, sino todo aquello invisible nuestro, aquello que nos hermana, de todo aquello que nos hace humanos.

Retratos: De Toulouse-Lautrec a Eduardo Arroyo
Galería Guillermo de Osma
Calle Claudio Coello, 4, Madrid
Hasta el 7 de noviembre de 2014

Henri Toulouse-Lautrec. Dr. Péan, 1891

Henri Toulouse-Lautrec. Dr. Péan, 1891

José Gutiérrez Solana. Amalia Pérez-Mínguez, 1924

José Gutiérrez Solana. Amalia Pérez-Mínguez, 1924

Ignacio Zuloaga. Ramón Pérez de Ayala, 1931

Ignacio Zuloaga. Ramón Pérez de Ayala, 1931

Daniel Vázquez Díaz. Manuel de Falla.

Daniel Vázquez Díaz. Manuel de Falla.

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